dijous, de juliol 30, 2009

ÍNDIA XXIII: Jim Corbett's (parte 4): el fin

(continuación...)

El safari estaba interesante.

Tan interesante que logramos conseguir fotos tan cercanas y espléndidas como ésta, de la madre de la elefanta que se puso histérica al sentir que nosotros amenazábamos la vida de su joven descendiente.

En la foto siguiente se pueden ver los tres elefantes que iban juntos. No sé si se trata de una familia al completo o de dos hembras adultas (madre y tía normalmente) vigilando y cuidando a la joven cría que se puede entrever escondida tras el elefante más lejano de los dos.

Igual de fascinantes me parecieron estás imágenes que muestran la convivencia de macacos y ciervos moteados (Spotted Deer).

En una selva de este tipo, saber escoger a los aliados más convenientes es un seguro de vida impagable.

Tal y como nos contaban los guías, hay dos señales en la selva que avisan de la temible presencia de un Tigre... Uno es el revoloteo nervioso de macacos y langures (o monos grises) a lo alto de los árboles.

El otro es una muestra impresionante de la ingeniería de la naturaleza. Sus actores, los ciervos de todas las especies, pero destaca especialmente en los Spotted Deer (o ciervos moteados). Éstos tienen la consigna de lanzar un sonido de alarma (que nuestro guía llamaba 'Alarm Call') enseguida que sienten la presencia del depredador. Entonces, como si de un relámpago se tratara, toda la manada de ciervos huye en grupo hacia un lugar lo suficientemente prudente, reuniéndose en un grupo manteniendose a la espera. Y por que no huyen? Pues porque esperan otro Alarm Call: si este se produce, significará la confirmación de la presencia del depredador. Y la misión de la manada consistirá en huir con el grupo a toda pastilla y rezando por no rezagarse y para que el hambre del Tigre no esté en su apogeo. Si no se produce el segundo Alarm Call, todo queda una falsa alarma y el grupo sigue pastando con su 'tranquilidad habitual'.
Como comprenderéis, sabiendo ésto, ¿cómo no les va a interesar a los macacos esa asociación con los ciervos moteados? Que serán macacos, pero son más listos que muchos que yo me sé que van de humanos por la vida y no llegan muy lejos...
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Yo me rindo ante la belleza de los ciervos moteados. Lo que me intriga enormemente és el beneficio natural de los topos blancos en dicha especie (es que yo soy darwinista, sabes?). Una de dos, o las motas blancas están ligadas al gen que hace del ciervo moteado un ser de manada, favoreciendo su supervivencia, o bien les produce un beneficio en su camuflaje, que no creo... Otra cosa es que la evolución de su tamaño esté ligada a la aparición de las manchas blancas: los tigres son unos vagos de cojones y prefieren cansarse por un ciervo grande que por un ciervo pequeño. Ahí los Samber Deer tienen todas las de perder.

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De repente, el guía y el conductor se quedaron parados. Immobiles, con una mezcla en sus caras de concentración y emoción. ¿Revoloteo de monos?

De repente los cuatro oímos el inconfundible Alarm Call, sonido de alarma de los ciervos.

¡Dios! Al final habrá un tigre por ahí que se dejará ver por nosotros, que a pesar de lo difícil que es, nos permitirá no dejar el lugar 'con las manos vacías'????

Con el Jeep sin hacer mucho ruido nos conducen hasta la manada de ciervos. Los vemos ahí, todos juntos, con pavor en sus rostros, atentos, levantando las orejas como si su vida fuera en ello.

De repente, EL SEGUNDO ALARM CALL!!!! Todavía se me ponen los pelos de punta recordando ese momento... Yo, >Test< onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" Yo solo veo verde. Pero de repente algo se mueve entre las hierbas. Algo naranja. El grupo de ciervos había salido despavorido al oir la segunda alarma. El Tigre había hecho un amago de perseguirlos... Pero el cabrón es vago y no debe tener mucha hambre. Además nuestra presencia no debía gustarle, porque de vez en cuando nos miraba con cara de fastidio.

A todo ésto los guías flipando, diciéndonos que éramos afortunados... Que no era habitual ver a un Tigre en acción cazando. Y menos tomar fotos como las que tomamos. Eso se lo dirán a todos, pensé yo. Pues al parecer se ve que no...
Los guías nos quitaban las cámaras para asegurarse que teníamos buenas fotos. El Tigre se movió para evitarnos, regresando a su escondrijo donde seguramente se tumbaría para descansar hasta que el hambre le moviera a recuperar de nuevo sus instintos depredadores.

Mientras tanto en nuestro jeep había una batalla... El conductor se las quería pirar... Le había hecho ilusión ver el Tigre, pero que ahora que el Tigre nos ponía mala cara a el no le molaba nada. El se quería marchar. No le culpo... Pero tampoco culpo al otro, que le ordenaba que se acercara más al majestuoso Tigre, que nos miraba como un gato adulto mira a una cucaracha que ya le aburre. Seguro que piensa, podría jugar con vosotros... Pero tenéis poca carne y sois indigestos.
Y a la sombra se metió. Nosotros habíamos sido afortunados de presenciarlo todo en primera fila. Como si el gobierno local hubiera contratado a un gato con sobrepeso para satisfacer el turismo de la zona. Que emoción, que experiéncia...

Ese dia sí me sentí afortunado.

Al llegar al hotel, a explicarselo a todo el mundo. Por la envidia, para que os voy a mentir...
Una cena buena, y una cama que me estaba esperando impaciente para descansar de tan excitante jornada...

Al final cazamos nuestra quimera. Una foto del Tigre. El majestuoso tigre.

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