- II
- Años tuyos que yo debí sentir
- crecer cerca de mí como racimos
- hasta que hubieras visto cómo el sol y la tierra,
- a mis manos de piedra te hubieran destinado
- hasta que uva con uva hubieras hecho
- cantar en mis venas el vino.
- El viento o el caballo
- desviándose pudieron
- hacer que yo pasara por tu infancia,
- el mismo cielo has visto cada día,
- el mismo barro del invierno oscuro,
- la enramada sin fin de los ciruelos
- y su dulzura de color morado.
- Sólo algunos kilómetros de noche,
- las distancias mojadas
- de la aurora campestre,
- un puñado de tierra nos separó, los muros
- transparentes
- que no cruzamos, para que la vida,
- después, pusiera todos
- los mares y la tierra
- entre nosotros, y nos acercáramos
- a pesar del espacio,
- paso a paso buscándonos,
- de un océano a otro,
- hasta que vi que el cielo se incendiaba
- y volaba en la luz tu cabellera
- y llegaste a mis besos con el fuego
- de un desencadenado meteoro
- y al fundirte en mi sangre, la dulzura
- del ciruelo salvaje
- de nuestra infancia recibí en mi boca,
- y te apreté a mi pecho
- como si la tierra y la vida recobrara.
-
- Oda Y Germinaciones II
- Los versos del Capitán
- Pablo Neruda
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diumenge, de maig 24, 2009
Oda y Germinaciones II, Pablo Neruda
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