Si yo
sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira
alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración,
siempre que me cuidara de añadir que la tetera es demasiado pequeña como para
ser vista aun por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto
que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad
intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy
diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en
libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se
instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su
existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención
de un psiquiatra en un tiempo iluminado, o la del inquisidor en tiempos
anteriores.
Bertrand
Russell
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